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Aunque la familia reside en la capital de España, como hombre familiar que era, José Gimeno García-Lomas se encontraba en Valladolid para la celebración del cumpleaños de su hermana cuando se declaró el estado de alarma, y aquí tuvo que quedarse por ese motivo. Días más tarde, José comenzó a notar los primeros síntomas de la covid-19 y una semana después ingresó en el Hospital Río Hortega, donde estuvo seis semanas en la UCI. Durante todo ese tiempo, su mujer, Fátima Pérez de Ascanio Zuleta, así como sus hijos, Mencía, Pelayo y Sofía, permanecieron en Valladolid a la espera de su recuperación, pero, finalmente, José Gimeno murió el pasado 5 de mayo a los 69 años y sus familiares han vivido el duro trance de no poder acompañarle en ningún momento ni despedirse de él. Rotos por la pérdida de su ser querido, agradecen al personal sanitario del Hospital Río Hortega «la dedicación, profesionalidad y cariño» con el que le trataron durante ese mes y medio.
José Gimeno García-Lomas, que nació y creció en la Fábrica de Harinas La Rosa de Valladolid (propiedad de su familia), cursó estudios en el Colegio de Lourdes, y después se licenció en Derecho por la Universidad de Valladolid. Realizó un curso de postgrado de Urbanismo en Madrid y fue profesor en los Cursos de Postgrado de la Universidad Politécnica de Madrid entre 1978 y 1981.
Como abogado urbanista, José Gimeno participó en la redacción de numerosos planes de urbanismo, entre los que destacan el Plan General de Valladolid (que recibió un accésit en 1983 en los Premios Nacionales de Urbanismo), el de Torrelavega y el de Comillas, los dos en Cantabria.
«Gracias al Plan de Urbanismo de Valladolid se conservan muchos edificios singulares que en ese momento estaban destinados a ser derruidos, como el Palacio Revilla», señala su viuda, Fátima Pérez de Ascanio, que incide de igual forma en la actividad de su marido como responsable del desarrollo del Plan Integral del Turismo de Andalucía y la Ordenación y Protección del Litoral Andaluz, donde se definieron complejos turísticos como Costa Ballena, en Rota (Cádiz), entre 1985 y 1989.
Como subdirector general de la Vivienda, José Gimeno redactó el Real Decreto sobre la Protección a la Rehabilitación de Patrimonio Residencial y Urbano en 1983, determinante en el impulso a la rehabilitación de viviendas y del patrimonio edificado en España, especialmente en los cascos históricos de las ciudades.
José Gimeno fue también uno de los impulsores en Valladolid de Aeorma-Cuenca del Duero, la delegación en Castilla y León del grupo ecologista Aeorma, y miembro del Comité MAB (Man and the Biosphere) español de la UNESCO entre 1987 y 1997, así como miembro fundador del Instituto de Turismo Responsable auspiciado por la UNESCO en 1997.
Acabada su faceta de urbanista, José Gimeno pasó al sector privado como empresario y en el año 2003 compró, junto con otros socios, la compañía Chelverton Properties SL, que se dedica al desarrollo de centros y parques comerciales. Desarrolló proyectos en Alicante, Murcia y Córdoba, y gracias a su constancia y profesionalidad, la compañía desarrolló durante la crisis de 2008 la primera fase del Parque Comercial Camino Real, en San Fernando de Henares (Madrid), que recibió en 2014 un galardón de la Asociación Española de Centros y Parques Comerciales.
Ferviente católico, José Gimeno fue desde su tierna infancia hasta su muerte cofrade de las Angustias, y en esta cofradía fue diputado de la Junta de Hacienda; miembro de la Comisión de Arte y Patrimonio y patrono de la Fundación de la Cofradía, así como miembro de la Comisión del Cristo Yacente, talla que portaba a hombros en Semana Santa.
«Fue un privilegio haber estado casada con él 30 años», señala Fátima Pérez de Ascanio, que deja a sus hijos la descripción personal de José. «Fue un hombre bueno y fiel, cariñoso y muy emotivo, que cuidaba, apoyaba y protegía a los suyos. Nos faltará la enorme seguridad que nos transmitía», afirma Mencía. «Yo defino a mi padre con la frase latina 'Fluctuat nec mergitur', que significa 'batido por las olas, pero nunca hundido, porque siempre salía a flote de las situaciones, por muy complejas que estas fueran», subraya Pelayo, que asegura que su padre «era una persona singular, tenía un gran corazón, amor por la familia y pasión por cuidar de sus seres queridos». «Era extremadamente generoso, nos dio todo en la vida: valores, educación y un cariño infinito. Siempre lo llevaremos con nosotros», añade Pelayo.
«Mi padre era un hombre renacentista, siempre buscaba la belleza y la estética, no solo en lo físico y superficial, sino también en la forma, el gesto y la palabra. Además, supo combinar tanto en su vida personal como profesional sus pasiones por el arte, la naturaleza, la historia y la arquitectura. De ello deriva que convirtiese su profesión de abogado en una lucha por la preservación de la naturaleza y los cascos históricos, oponiéndose a la construcción irresponsable y a la especulación inmobiliaria», apunta por su parte su hija Sofía.
Bueno, generoso, espléndido, apasionado, tenaz, trabajador incansable, fuerte, atento, con fino sentido del humor, muy cortés, elegante, culto, buen conversador, muy informado y esmerado en su conducta y en su hablar... Sobre José Gimeno García-Lomas, sus amigos se quedan sin adjetivos para definirle. Un hombre cuyas pasiones fueron, además del urbanismo, la historia, la arquitectura, los jardines, la naturaleza, el Valle de Iguña en Cantabria (lugar de veraneo familiar), la fotografía y su familia. «Salíamos frecuentemente a pasear al campo o a la sierra cerca de Madrid», recuerda su mujer.
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Óscar Beltrán de Otálora
José María Díaz | Palencia y Francisco González
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